domingo, 25 de abril de 2010

OSHO: EL LIBRO DEL HARA (QUINTO CAP. 1ª PARTE)


Amados míos:


El estado de la mente del hombre es como una colmena de abejas ajetreadas: pensamientos y más pensamientos dando vuel­tas y vueltas. Rodeado de estos pensamientos, el hombre vive lleno de ansiedad, tensión y preocupaciones. Para reconocer y conocer la vida, la mente necesita
 estar en silencio, como un lago sin olas. Para familiarizarse con la vida, la mente tiene que estar tan limpia como un espejo sin polvo.

Tu mente parece una colmena de abejas: no es un espejo ni un lago silencioso. Si crees que puedes ser capaz de saber algo con una mente así, si crees que serás capaz de llegar a algo o convertirte en algo, te estás equivocando. Es absolutamente ne­cesario que te liberes de este fluir constante de pensamientos.

Tener pensamientos y más pensamientos dando vueltas no es una señal de salud, es señal de una mente enferma. Cuando una mente está totalmente pura y limpia, cuando está sana, los pensamientos desaparecen. La consciencia sigue estando, pero los pensamientos desaparecen. Cuando la mente está enferma y no está sana, desaparece la consciencia y sólo quedan un montón de pensamientos. Vives en ese montón de pensamientos. Desde la mañana hasta la noche, desde la noche hasta la mañana, des­de el nacimiento hasta la muerte, vives en un montón de pen­samientos.

¿Cómo te puedes librar de ese montón de pensamientos? He dicho algunas cosas esta mañana y habéis hecho preguntas re­lacionadas con lo que he hablado. Ahora responderé a esas pre­guntas.

En primer lugar, librarse de los pensamientos es el segun­do paso. De entrada, el primer paso es no crear un montón de pensamientos. Si por un lado vas acumulando pensamientos y por otro intentas librarte de ellos, ¿cómo vas a conseguirlo? Si quieres librarte de las hojas de un árbol pero sigues regando las raíces, ¿cómo vas a librarte de las hojas? Cuando riegas las raíces, parece que no te das cuenta de que las hojas y las raíces están relacionadas, íntimamente relacionadas. Las raíces y las hojas parecen estar separadas, pero las hojas no están separadas de las raíces y el agua que echas en las raíces llega hasta las hojas.

Acumulas muchos pensamientos y riegas sus raíces y des­pués, cuando esos pensamientos abandonan la mente, te sientes incómodo y molesto y los quieres silenciar. Pero para que un árbol deje de echar hojas tienes que dejar de regarlo. Deberías en­tender cómo riegas las raíces de tus pensamientos. Si consigues entenderlo, podrás detenerlos. Y no pasará mucho tiempo antes de que las hojas se marchiten.

¿Cómo riegas tus pensamientos?

Desde hace muchos miles de años el hombre ha tenido la ilusión de llegar a adquirir sabiduría por medio de los pensa­mientos de otros. Esto es absolutamente falso y erróneo, nadie puede adquirir sabiduría acumulando los pensamientos de los demás. La sabiduría viene de dentro y los pensamientos vienen de fuera. La sabiduría es tuya y los pensamientos siempre son de otros, siempre son prestados. La sabiduría es el latido de tu pro­pio ser, es la aparición de lo que está escondido dentro de ti. Los pensamientos son una recolección de lo que los demás te han di­cho; puedes extraerlos del Gita, del Corán, de la Biblia o de cualquier maestro o líder religioso.

Todo lo que obtienes de los demás no se convierte en tu sabiduría, sino que se transforma en la forma y medio de es­conder tu ignorancia. Y cuando la ignorancia de una persona se esconde, nunca podrá adquirir sabiduría. Porque como tienes el concepto de que es tu sabiduría, le aferras a ella con todo tu ser. Te aferras a tus pensamientos, no tienes el valor suficiente de renunciar a ellos. Los defiendes porque crees que son tu sabi­duría y que si los pierdes serás un ignorante. Pero recuerda que por mucho que te aferres a tus pensamientos no te volverás un conocedor gracias a ellos.

Cuando alguien hace un pozo, primero saca la tierra y las piedras y después el agua se filtra por las paredes del pozo y éste se llena. El agua ya está ahí, no hay necesidad de traerla de ningún sitio. Sólo hay que quitar a!gunas piedras y unas capas de tierra. Hay algunos impedimentos, algunos obstáculos, pero cuando los quitas, el agua aparece. No ha sido necesario traer agua al pozo, ya estaba allí, sólo había que quitar algunos obstáculos.

La sabiduría ya está presente en tu interior, no hay que ob­tenerla de ningún otro lugar. Su fuente está escondida en tu in­terior; solamente hay algunos obstaculos -las piedras y la tierra que hay que ir retirando al excavar. Entonces: empezarán a bro­tar las fuentes de la Sabiduría.

Pero puedes construir un pozo o hacer un estanque. Hacer un estanque es otra cosa Para hacer un estanque no necesitas buscar una fuente natural de agua. La forma de hacer un estanque y la forma de hacer un pozo son completamente opuestas. Para hacer un estanque no tienes que sacar las piedras y la tierra, sino que tienes que traerlas de otro lugar y construir un muro con ellas. Y cuando has construido el muro el agua no llega espontaneamente sino que tienes que sacar el agua de algún otro pozo para llenar el estanque. Aparentemente, el estanque da la impresión de ser un pozo. Parece un pozo. Puedes ver agua en el estanque y puedes ver agua en el pozo, pero la diferencia entre el estanque y el pozo es la misma diferencia que hay entre la tierra y el cielo. La primera diferencia es que un estanque no tiene agua propia.

No hay nada en el mundo que pueda calmar tu sed a me­nos que sea tuyo. Todo lo que hay en el estanque es prestado, pronto se estancará y se estropeará, porque todo lo que es pres­tado no está vivo, está muerto. El agua del estanque se queda estancada, podrida, y pronto empieza a oler.

Pero un pozo tiene su propia fuente de agua, el agua nun­ca se queda estancada. Un pozo tiene agua corriente.

En un pozo y en un estanque ocurren dos procesos diferentes. El estanque tiene miedo de que alguien se lleve el agua, porque si el agua se va, se quedará vacío. El pozo quiere que alguien saque el agua para que se pueda llenar de más agua fresca, agua fresca y viva. El pozo grita: «Saca agua, quiero compartida»; y el es­tanque grita: «Vete. iNo toques mi agua, no te lleves mi agua!”. El estanque quiere que quien tenga agua llegue y lo llene para que pueda aumentar su caudal. Pero si alguien llega con un cubo, el pozo quiere que la persona saque agua para poder librarse del agua vieja y pueda entrar agua nueva. El pozo quiere compartir, el estanque quiere atesorar. El pozo tiene corrientes conectadas con el océano. El pozo parece pequeño, pero en el fondo está conectado con el infinito. Por más grande que parezca un estanque, no está re­lacionado con nadie, se acaba en sí mismo y está cerrado. No hay una corriente, no tiene forma de conectarse con el infinito.

Si alguien va al estanque y le habla del océano, el estanque se reirá y dirá: «No existe nada parecido a un océano. Todo es un estanque. El océano no existe». El estanque no sabe lo que es el océano.

Pero si alguien alaba la belleza del pozo, el pozo pensará: «¿Hay algo que sea mío? Todo viene del océano. ¿Qué soy yo? Todo lo que me llega está conectado con algo que está muy lejos de mí». Un pozo no puede tener un «Yo» propio, un senti­miento de «ego», pero un estanque tiene un ego y un sentimiento de «Yo soy». Y lo interesante es que el pozo es muy grande pero el estanque es muy pequeño; el pozo tiene su propio caudal, pero el estanque no tiene un caudal propio.

La mente del hombre se puede convertir en un pozo o en un estanque; éstas son las dos formas en que se puede desenvolver la mente humana. Y la persona cuya mente se convierte en un estanque poco a poco se volverá loca.

Todas vuestras mentes se han convertido en estanques. No habéis hecho pozos, habéis hecho estanques. Recolectáis cosas de todo el mundo: de los libros, de las escrituras, de las enseñan­zas...; recolectáis todas esas cosas y creéis que os habéis vuelto cultos. Habéis cometido el mismo error que el estanque. El es­tanque creyó que era un pozo, y este engaño ocurre porque ves que hay agua en los dos sitios.

Puedes encontrar sabiduría en un erudito, un profesor o una persona consciente, pero el erudito es un estanque y la persona consciente es un pozo. Hay una gran diferencia entre los dos. No puedes imaginarte lo fundamental y básica que es esta dife­rencia. La sabiduría de un erudito es prestada, está rancia, po­drida. Los problemas que han surgido en el mundo se deben a la sabiduría de los eruditos. ¿De quién es la lucha entre hinduistas y musulmanes? Es la lucha de los eruditos. El enfrentamiento entre los jainistas y los hinduistas es el enfrentamiento entre los eruditos. Es un enfrentamiento entre eruditos, es un enfrenta­miento entre mentes podridas, prestadas y rancias.

Todos los problemas del mundo se deben a las mentes que se han convertido en estanques. De lo contrario, en el mundo sólo habría gente, nadie es cristiano, hindú, musulmán ni jainis­ta. Sólo son etiquetas para los estanques. El estanque se etique­ta a sí mismo, se pone la etiqueta del pozo del que extrae el agua, alguien extrae agua del Gita y es hindú; otro extrae agua del Corán y es musulmán.

La persona consciente no extrae agua de los demás, el agua sale de su interior. Sale de la existencia, por eso no puede ser hin­dú ni musulmán ni cristiano. La persona consciente no puede per­tenecer a una secta, pero los eruditos no pueden vivir sin una sec­ta. Siempre que haya un erudito pertenecerá a alguna secta.

Has convertido a tu mente en algo rancio, prestado, y des­pués te aferras a ella. Como dije, un estanque grita: «iNo me quites el agua! Si te llevas el agua me quedaré vacío, me queda­ré sin nada. Mi caudal es prestado, nadie debe llevárselo».

Recuerda, un caudal que disminuye cuando se utiliza siem­pre es un caudal prestado y falso y el caudal que aumenta cuando se utiliza es verdadero. Sólo la riqueza que aumenta al compartirla es verdadera riqueza. Por tanto, la naturaleza de la riqueza es tal que aumenta: cuando se comparte. Si disminuye cuando se comparte, entonces no es riqueza. Y del mismo modo, quien teme que desaparezca su riqueza al compartirla tiene que cuidar mucho de ella. La riqueza prestada es un problema. Como nunca es verdadera, surge el miedo de que desaparezca y te aferras a ella con más fuerza.

Te aferras con fuerza a tus pensamientos. Te importan más que tu propia vida. Toda esa basura que has acumulado en tu mente no está ahí por casualidad: tú lo has decidido, tú la has acumulado y estás ocupándote de ella.

Si crees que la sabiduría surge por la acumulación de pensamientos, nunca serás capaz de librarte de ellos: ¿Cómo te vas a li­brar? Es como regar las raíces y cortar las hojas, es imposible.

La primera cuestión fundamental que hay que comprender es que la sabiduría y tu colección de pensamientos son dos cosas dis­tintas. Los pensamientos adquiridos o prestados no son sabiduría. Los pensamientos tomados de otras fuentes no conducen al hom­bre a la verdad o a sí mismo. Esta sabiduría es falsa, es una seudo sabiduría. Te crean la ilusión de que has alcanzado la sabiduría, pero en realidad no sabes nada sigues siendo ignorante.

Esta es la misma situación de alguien que ha leído muchos libros sobre natación y ha aprendido tanto sobre el tema, que podría dar una conferencia sobre natación o escribir un libro si tuviera que hacerlo, pero si alguien le empuja al agua es evidente que no sabe nadar. Ha leído y ha aprendido todo sobre el tema, sabe la teoría pero en la práctica no sabe nadar.

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